Lo mio no es escribir pero tengo tan buenos recuerdos del viaje que acabamos de hacer a Finlandia, que quiero contarlo para que otros lo conozcan.
Nuestro viaje tenía una finalidad: ver auroras boreales.
Somos un grupo de amigos aficionados a la astronomía que decidimos, que en este año de máxima actividad solar, Laponia sería un lugar excelente para disfrutar de ellas.
Yo tenía mis dudas acerca del viaje: el alojamiento, los traslados por carretera, el idioma. Y por encima de todo esto ….. el frío.
Visitar un pais, sus ciudades, sus monumentos, sus espacios naturales, es una cosa. Visitar «sus noches» (y no hablo de la vida nocturna de sus ciudades) es otra muy distinta.
Una cosa es hacer una ruta en moto de nieve, o en trineo de perros, o en esquies de travesía y otra muy distinta plantar un telescopio o un trípode con una cámara de fotos, orientarlo adecuadamente, esperar a que sea de noche y mirar al cielo durante horas.
Observando las estrellas no se hace ejercicio, apenas te mueves 4 metros alrededor del telescopio o del equipo de fotografía. Esto implica frio. Mucho frío. No hay ropa que te haga entrar en calor, o incluso evitar que pierdas el que tienes, cuando estás parado sobre la nieve, al borde de un lago helado y a 15 grados bajo cero.
Yo iba pensando que iba a ser una semana muy, muy dura.
Así es que llené la maleta de forros polares, calcetines gruesos y finos, guantes, gorros, bufandas, mis plantillas térmicas (que van a pilas y sin las que nunca salgo de observación), calentadores químicos para las manos y pies, y partimos rumbro a Laponia.
Ya desde el avión se podía observar todo el paisaje nevado y yo me preguntaba qué se sentiría en la piel a 25 ó 30 grados bajo cero.
Llegamos a Ivalo y allí alquilamos dos vehículos para trasladarnos hasta Vasatokka (Riutula), cerca de Inari.
En el camino se despejó otra de mis dudas: el estado de las carreteras y cómo conducir con seguridad en un pais que está bajo un manto de nieve mas de la mitad del año. Las ruedas con clavos permiten una conducción casi tan normal como si el hielo y la nieve no existieran. Si no puedes acabar con la nieve, pasa por encima de ella.
Nos alojamos en cabañas en el «Youth & Holiday Centre Vasatokka». Algunos de nuestros amigos ya habían estado en aquella zona en alguna ocasión y les había parecido que el enclave estaba suficientemente lejos de las ciudades cercanas (para evitar la contaminación lumínica) y las instalaciones del Albergue eran muy completas.
Las cabañas están totamente equipadas y son muy cómodas. El personal del Albergue, muy atento, nos ayudó en todo lo que necesitamos incluso, cuando les explicamos que las farolas que había en el recinto nos molestaban para contemplar las auroras y fotografiarlas, las apagaron y las mantuvieron así los días que estuvimos allí. Todo un detalle muy de agradecer.
La primera noche no tuvimos mucha suerte porque estaba nublado; aún así, haciendo fotografías con unos segundos de exposición, se percibía claramente el tono verde del cielo por encima de las nubes.
Después tuvimos algunas noches magníficas en las que disfrutamos de un espectáculo que es dificilmente descriptible. Cortinas de luz «colgadas» en el cielo, moviéndose como al ritmo de una suave brisa y adquiriendo lentamente tonos verdes y rojos, que van aumentando de intensidad hasta que, en un par de minutos, todo el cielo se llena de resplandores.
Mirábamos embobados al cielo viendo cómo se iban formando las auroras, cómo se deslizaban por el cielo hasta cubrirlo todo.
Y las cámaras, 8 en total, apuntando al cielo y disparando sin cesar una foto tras otra.
Hemos conseguido unas magníficas fotografías y con algunas de ellas ha salido este video https://vimeo.com/39791032 .
Fueron muchas horas de observación y de fotografías. ¿Y el frío?. Pues el frío, bah, total, no era para tanto jajajaja. La temperatura más baja que tuvimos fueron 15 grados bajo cero, sin nubes, sin aire, sin apenas humedad en el ambiente. Y, sí, hacía frío. Pero era tal el espectáculo que ni te dabas cuenta de lo fríos que tenías los pies hasta que ya había pasado todo y empezabas a desmontar todo el equipo de fotografía para volver al calorcito de las cabañas.
También hicimos otras cosas, claro, porque las auroras solo se veían entre las 11 de la noche y las 3 de la madrugada aproximadamente. Así es que durante el día hacíamos excursiones por la zona y nos divertimos mucho con algunas de las actividades típicas, sobre todo con el paseo en moto de nieve. Hicimos un recorrido de 11 km. a través del lago Inari. Este lago, de unos 70 km de longitud permanece helado gran parte del año, con una capa de hielo de cerca de 1 metro de profundidad, así es que sobre su superficie se distinguen en invierno verdaderas carreteras que las motos de nieve van haciendo en sus recorridos.
Al principio resulta un poco inquietante porque la estabilidad de las motos de nieve no es tanta como parece y hay que ir con mucho cuidado. Cuando ya te has acostumbrado a los baches y los vaivenes, resulta divertido. El paseo a través del bosque cercano, con esquies de fondo, fue mucho más relajado.
En Inari visitamos el museo SIIDA, que es el Museo Nacional de los pueblos Sami de Finlandia. Muestra un paseo por la historia y la cultura del pueblo sami. Su procedencia, su lengua, su vida en la naturaleza, su magnífica adaptación al medio, y cómo los cambios de esta naturaleza han afectado a la vida de sus comunidades.
Y por último, visitamos una granja de renos. El propietario nos enseñó unos pocos que tenía en la granja porque los grandes rebaños están en los montes hasta que los recogen en primavera para marcarlos y seleccionarlos. Nos contó todo acerca de cómo se crían, cómo se alimentan, etc. y respondió con paciencia a todas nuestras preguntas.
La gente es muy amable, al menos con los turistas, que a veces parecemos un poco perdidos, por la diferencia del idioma o las costumbres. Siempre nos atendieron en inglés y con una sonrisa. Muchas veces, lo que acaba de hacer que un país te guste, aparte de sus grandes monumentos, es su gente.
En fin, qué mas contar. Hemos visto auroras, motivo principal de nuestro viaje, y han sido tan impresionantes que no olvidaremos nunca esa sensación. Hemos disfrutado de la cortesía y amabilidad de la gente. Además, hemos conocido un pais con unas condiciones climatológicas totamente distintas a lo que estamos acostumbrados, y ha sido una bonita experiencia. Algunos nos planteamos volver en verano porque el paisaje en invierno es monocromo: blanco de nieve y gris de los árboles. En verano el cambio será espectacular.
Tampoco descartamos volver otra vez en invierno porque el disfrute de las auroras es indescriptible.
Resumiendo: sea cuando sea y como sea, hay que volver.
Un saludo para todos.
Amelia Gómez.