Tuve la oportunidad de trabajar en una granja de perros husky durante seis meses y aprendí que no sabia nada de perros. Cuando los 153 perros que tenia esa granja me vieron llegar, al momento supieron que tipo de personaje soy y, sin yo enterarme, tenían clarisimo que estaba allí de paso. Los perros son muy observadores y cada día, durante la temporada de invierno, ven el ir y venir de decenas de personas. Ademas, gracias a uno de sus sentidos, notan perfectamente la energía que nosotros desprendemos y eso hace que te calen perfectamente a la primera. A esto hay que añadir que entre ellos se comunican, así pues no es necesario pasearse por toda la granja para que sepan de tí en el rincón más alejado de la misma. Su actitud hacia nosotros depende del carácter de cada perro, esto es: 153 perros, 153 caracteres. Exactamente igual que las personas, hay perros listos y tontos, fuertes y débiles, lideres y subordinados, trabajadores y vagos, confiados y desconfiados, atrevidos y tímidos, valientes y miedosos y etc…
Si algo tienen en común los perros es que les gusta jugar y esto, ademas del comer, es lo más importante en su vida. Bueno, dormir también. Los perros tienen una jerarquía muy profundamente marcada llevada a tal extremo que el ultimo de la fila recibe todos los golpes y solo tiene derecho a estar. Es cruel a nuestros ojos, pero esta es su naturaleza. Controlar una granja de perros es un trabajo de años, una vida dedicada a este menester. Nada tiene que ver tener un perro en tu casa y sacarlo a pasear al parque cada día. El trabajo en una granja es constante: limpieza, desayuno, preparar equipos, poner arneses, atar perros a trineo, excursiones, repartir snacks, más excursiones, desatar perros de trineos, quitar arneses, dar sopa, preparar cena… Y entre medio: reparar! reparar casetas, reparar vallas o cualquier cosa que hayan mordido o destrozado, porque también hay perros gamberros (pero de buena onda, eh). Ya por la noche, una vez terminada la jornada laboral, los perros se comunican… juegan… a veces algunos se pelean… y esto significa ruido. Ruido que no tiene hora… Es un no parar.
PREPARADOS, LISTOS… YA!
Aunque sin reloj, los perros controlan los tiempos mejor que tu. Una vez repartido el desayuno y ya con todo el material a punto, se hace el silencio… breve… hasta que llega el siguiente paso: preparar los perros, y es entonces, cuando te diriges a ellos para ponerles el arnés que estalla la euforia. La alegría se mezcla con la impaciencia, la duda, el ansia, el deseo de ser el perro escogido para salir de excursión. Yo yo!! aquí aquí!! a mi ami, por favoooorr lleváme de excursioonnn!!
Una vez todos con su arnés y atados al trineo, toca esperar a los clientes y ahí, una vez más, se hace el silencio. Para mi es el mejor momento, sobre todo si los clientes se retrasan un poco, pues son momentos de tranquilidad. Hasta que, normalmente, uno de los perros -casi siempre el mismo (!), da la voz de alarma tan pronto a lo lejos ve llegar al grupo, entonces el éxtasis es total, queda poco para salir! Ladridos de Viva! Bien! Vámonos ahora! Me quiero ir! Oe oe oeoah! Que vámonos ya! Estos ladridos se entremezclan con saltos y tirones que en ocasiones parece vayan a romper las cuerdas y arrancar los trineos de sus anclajes, sobre todo si están vacíos. Los perros saben muy bien que una vez están los clientes en el trineo es momento de partir y impacientes no pierden ojo a quien ellos saben desatará la cuerda que les impide la carrera. Y sigue el griterío: Vamos! Suéltame! Ahora!! Y así tan pronto son liberados la arrancada es fuerte y hay que agarrarse bien pues los primeros metros absorben toda esa energía acumulada en esos interminables minutos de espera, la aceleración de los perros en esos primeros metros es a paso descontrolado sin ritmo… Y a partir de aquí, se hace el silencio… hasta que unos metros mas tarde los perros cogen su paso, el ritmo que les permitirá resistir kilómetros y kilómetros sin parar.
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