1.- El viaje: Sin mayores contratiempos despegamos de la T4 de Barajas para llegar al concurrido aeropuerto de Helsinki, 4 horas y media de tranquilo vuelo. De aquí, tras una pequeña escala (lo justo para tomar un café y ponerse los “marianos” debajo de los vaqueros) volamos hasta el precioso aeropuerto de Ivalo que nos recibió con -17 grados en la escalerilla del avión brrrrrr!!! Ya precavidos ante esto optamos por añadir a nuestro equipaje de mano los calzoncillos largos y algo de ropa de abrigo, con la idea, como decía antes de, al llegar a Helsinki poder en un aseo del aeropuerto ponerlo bajo nuestra ropa de calle. De esta manera durante el embarque en Madrid y en el vuelo a Helsinki estaríamos más cómodos y no nos coceríamos de calor. Había quien ya en el avión embarcó con todo el equipo y según iban pasando las horas iba asándose poco a poco como un pollo a la brasa. Creo que fue una decisión acertada.
Ya en Ivalo además de los “takxis”, furgonetas y autocares que van a recoger a los distintos grupos organizados hay esperando un bus de línea que indica Saariselkä en su luminoso. Este bus en media hora te deja directamente, con la boca abierta por lo precioso del paisaje que rodea la carretera, en el pueblo por unos 8,80 euros persona, al llegar a Saariselkä hace un recorrido por los principales hoteles, así que si eres capaz de entender las indicaciones que da el conductor o de reconocer tú hotel te bajarás justito a la puerta del mismo.
La vuelta… justo al revés: el bus pasa por los hoteles para dejarte en el aeropuerto aproximadamente una hora antes del vuelo Ivalo-Helsinki, te vuelves a congelar (por última vez) al subir al avión (-23º), llegas a Helsinki, quitas ropa en el aseo, un cafetito y avión a Madrid. Si alguien no mete la pata al rato verás aparecer tu maleta por una de las cintas del aeropuerto de Barajas. Nota: si no sabes por que cinta va a aparecer tu equipaje sigue a los japoneses: lo clavan!!
2.- El hotel: Desoyendo todos los consejos aportados por Julián nos alojamos en el hotel Riekonlinna. Ni está mal del todo ni es el hotel de nuestros sueños. La habitación es amplia y bastante acogedora, las camas bien para ella y pequeña para mí que soy talla XXL, contaba también con un sofá convertible en cama que se agradece para sentarse a descansar un rato después de un buen paseo. Hay un armario bastante espacioso para colocar los montones de ropa que llevamos y otro justo enfrente para colocar las prendas mojadas y las botas que siempre acumulan algo de nieve cuando llegas de la calle. El baño correcto, pero desde luego no es el baño que se merece un hotel de 4*: sanitario, lavamanos y plato de ducha. Si más que una pequeña percha, un secador de mano y un estante para las toallas. Nuestra habitación daba hacia la parte delantera del hotel, las vistas son igualmente preciosas y si tienes valor merece la pena salir a la terraza a disfrutar de las luces del amanecer. Si no tienes el gorro a mano puedes disfrutar de las mismas vistas a través de las amplísimas cristaleras de la habitación a la vez que consultas la temperatura del exterior en el termómetro que hay instalado fuera. Lo peor de todo es la calefacción: solo encendían durante unos minutos cada hora el radiador en una tenue tibieza que a duras penas mantenía la temperatura de la habitación rozando los 20º así que si te quedabas un rato inactivo… a tirar de jersey. Desde luego un par de grados más se agradecerían. Otra forma de combatir el destemple es preparar una infusión con la hervidora de agua que hay en la habitación junto con un escueto surtido de tés, café soluble y algo de leche en micro briks. Por lo demás el personal de hotel es atento y dispuesto y el buffet del desayuno está bien surtido y siempre atendido para que no falte de ná. Hay wifi en el vestíbulo y un ordenador con conexión a la red de libre disposición en la misma zona. Por supuesto cuenta con saunas, bar, tiendas…
3.- Saariselkä.- Simplemente PRECIOSO. Un pueblo tranquilo rodeado de preciosos bosques nevados, muy agradable de pasear. Obviamente vive de y para el turismo, pero aun así conserva una serenidad y tranquilidad en sus calles que nos encantó. Tiene todo lo que puedas necesitar, todo está cerca y es un verdadero placer acercarse caminado a visitar las tiendas de recuerdos o la tienda de deportes o simplemente como digo darse un paseo por entre las preciosas casas de madera. En la calle principal, al otro lado del hotel Holiday Club está Panimo, el bar del pueblo, punto inexcusable de recalada al final del día para tomarse una cerveza o una bebida caliente: zumo de arandanos, glögi, ron con cacao… a gusto del consumidor. Siempre hay alguien y siempre hay un ambiente acogedor.
Más allá llegamos al Kuukkeli: el súper del pueblo. Dos plantas donde si buscas encuentras de todo: ropa, calzado, comida, artesanía, recuerdos, cera para los esquís, cuchillos Marttinii y de otros, tabaco, pan fresco, una quitanieves manual, fruta y verdura, carne de reno, sobres calienta manos y pies, diferentes tipos de conservas de pescado, repuestos para la moto de nieve… un simpático caos. Además durante su horario de apertura (de 9 a 21) puedes hacer una buena comida caliente a un precio bastante asequible. El menú es variado (reno guisado, salmón, albóndigas, ensaladas, verduras, pizza, hamburguesa…) e incluye agua (en las jarras), leche y café o té. Por supuesto te lo puedes comer allí mismo o pedir que te lo preparen para llevar. Ojo que se necesita luego pasarlo por el microondas, porque seguro que llega frío y si te lías por el camino congelado jejeje. Algunos tuvimos que usar el secador de pelo del hotel para desolidificar unas raciones de pizza…
En la entrada principal del súper está el Alko, la concesión estatal que se encarga de la venta de bebidas alcohólicas. Menos la cerveza, que se puede comprar en el súper, (la más popular es la Lapin Kulta, que además está bastante buena) el resto de bebidas hay que comprarlas aquí. Vamos que es como nuestros estancos pero para las bebidas. En el mismo edificio, en el exterior está la pequeña oficina de correos (Posti).
Un poco mas abajo, cerca de la gasolinera y de la acogedora hamburguesería, hay un mini centro comercial (Siula) con un puñado de tiendas de artesanía donde se pueden conseguir piezas de gran calidad en lana, madera, cuerno de reno, cuchillos, piel… además sus dependientes son, como casi todo el mundo que nos encontramos, realmente encantadores. Hay también en este centro una pizzería y una tienda de delicatessen laponas además de una pequeña oficina de información y turismo. En la planta superior hay que visitar la exposición de trajes Sami y unos agradable paneles que nos describen la singularidades de las diferentes zonas de Laponia, desde la costa Noruega a la zona de Munsmark en Rusia… y un pequeño cálido y acogedor café donde hacer un agradable descanso.
En el lado opuesto del pueblo está la estación de esquí, un cuarto de hora caminando desde el H. Rienkkolinna. Aunque no esquíes hay que ir al Ski Bar a tomarse la mejor hamburguesa de carne de reno del mundo y por supuesto para los más veloces está la pista de trineos. Mas de un kilómetro de descenso desde lo alto de Kilopaa a donde puedes acceder con los remontes de la estación, dando un largo paseo por la carretera que lleva hasta arriba o caminado por la orillita de la pista de trineos en un precioso paseo entre abetos llenos de nieve. Además así vas memorizando e interiorizando el descenso… acordarse de coger un trineo de entre las decenas de ellos que hay al final del descenso. En las pocas noches que tuvimos despejadas nos encantaba subir caminado por esta pista para alejarse de las luces del pueblo e intentar ver una aurora boreal. No hubo suerte, así que otra excusa para volver algún día.
4.- Las actividades: Elegimos 3, que reservamos directamente con la compañía unos días antes a través del correo electrónico. Nuestra elección fue: ir a pescar en el hielo, un paseo nocturno en un trineo de renos y un paseo de un par de horas en un trineo de perros.
En general nos parecieron bastante caras. Por el contrario el trato es exquisito por parte, tanto de los guías como del resto del personal de las empresas y el material (monos térmicos, botas, cascos, motos, trineos…) está en bastante buen estado para el tute diario que lleva; en unas actividades mejor y en otras un poco menos mejor (no siempre te equipas con la empresa que contratas, pues hay actividades “subcontratas” y es esta última la que te equipa para la actividad). La salida de pesca en el hielo prometía al menos, pues lógicamente nadie puede garantizarte las capturas, un recorrido total de entre 75 y 100 Km. que ya de por si parecía bastante atractivo para conocer los alrededores. Hubo suerte y en el grupo se consiguió una buena trucha ártica que nuestros guías asaron en el mismo fuego en el que hicieron un estupendo guiso de salmón y patatas. No se que estaba mas bueno, si el guiso o la trucha. Desgraciadamente no recorrimos ni la mitad de los 75 Km. entre la ida y la vuelta, así que he de reconocer que volvimos al hotel un poco defraudados, aunque por lo demás pasamos unas horas muy divertidas.
El paseo nocturno en trineo con los renos es desde luego romántico. Bien tapaditos con una mantita y sobre una piel de reno dejarse llevar en la oscuridad, entre los árboles por los silenciosos renos mientras nieva apaciblemente… tiene su puntito. Luego en una Kota unas salchichas asadas al fuego y una taza de Glögi bien calentito. Incluso tuvimos la suerte de que nuestra anfitriona nos cantase junto al fuego una canción Sami sobre la esperanza de ver pronto al sol y el final de la noche ártica.
Al día siguiente nos fuimos a probar el trineo de perros, desde luego son más divertidos que los renos, puedes interactuar con ellos de otra forma. Un agradable y divertido paseo por un circuito en los alrededores de la granja de perros. Era algo que a mí siempre me había atraído y nunca había podido probar. Nos gustó hasta el punto de pensar en otras vacaciones en la zona para intentar hacer una salida de un par de días con un tiro de perros. Los guías, que van en moto de nieve, fueron muy discretos en su presencia, siempre atentos, pero no del todo visibles, lo que te llega a dar cierta sensación de estar solo en el bosque con los perros. Lástima que pronto se acabe el circuito y pasemos de nuevo a sentarnos junto al fuego de la Kota para tomar un buen café caliente y recuperarse del sofocón de correr como un chiflao empujando el trineo para ayudar a tu equipo de perros en las zonas cuesta arriba. Puntual el bus llega para llevarte de nuevo al hotel.
5.- Los alrededores: Habíamos pensado en alquilar un coche para darnos una vuelta por alguna zona cercana, pero al final optamos por el transporte público. De todos modos las carreteras no ofrecen ninguna dificultad a la conducción, y los vehículos van todos equipados con ruedas de invierno clavetetadas… hasta las bicis de los niños!!! Así que como los horarios de los buses nos venían bien nos pegamos una escapada hasta Inari e Ivalo… perfectamente prescindible. Lo mejor el paisaje de la carretera hasta Inari, donde encontramos algunos renos a la orilla de la carretera y corriendo por la inmensidad helada de los lagos cercanos a Inari.
Desgraciadamente era un Lunes así que no pudimos visitar el museo Siida de Inari, una lástima pues bien parece merecer una visita. Por lo demás poco hay que ver o hacer, o al menos nosotros no lo encontramos, que visitar las tres o cuatro tiendas de artesanía que hay en el pueblo; una de ellas es “oficial” Sami con interesantes piezas de piel y textil. Si parece que en los meses de verano Inari ofrece un mayo atractivo, con infinidad de posibilidades en el inmenso lago del pueblo. Así que después de un café a esperar el bus que nos lleve de vuelta a Ivalo.
Ivalo nos dio aproximadamente la misma impresión que Inari: un poco más concurrido y con algo más de comercio pero tampoco le encontramos mayor atractivo… así que otro café y vuelta en bus a Saariselkä.
El trasporte público parece bastante efectivo y puntual. No precisamente barato (dos billetes ida y vuelta Saariselkä-Ivalo unos 65 euros para una distancia de unos 70 Km.) pero es lo que hay. Se pueden sacar los billetes en el propio autobús o en el caso de Ivalo en la oficina de la estación.
6.- El frío.- Por supuesto que lo hace, en la semana que pasamos en la zona oscilamos entre los -9 y los -23, siendo lo mas habitual estar alrededor de los 15 – 17 bajo cero, pero tampoco nos supuso un problema a la hora de hacer vida ni de hacer las actividades. Para estas últimas pues ya te proporcionan un mono, botas, guantes, calcetines, un pasamontañas… y queda a tú criterio decidir con cuanta ropa más te quedas bajo el mono. El resto del tiempo fue suficiente con la ropa de invierno que llevábamos, aunque también es cierto que después de un montón de años haciendo actividades al aire libre, disponemos de un buen equipo para el frío que agradecimos porque nos dimos cuenta de que lo que aquí nos venden en esa gran cadena de material deportivo allí no aguanta ni el primer asalto. Por supuesto es imprescindible un buen gorro y un par de guantes y si salíamos de paseo por los alrededores nos gustaba llevar unos de recambio en la mochila. No debe ser muy confortable perder un guante o el gorro y tener que volver hasta el hotel sin el, uf!!
Para el cuerpo sirve un buen jersey de lana y además de unos marianos está bien llevar un pantalón de esquiar. De cualquier forma nosotros llegamos a salir con los marianos y los vaqueros encima. también funciona de maravilla un anorak de pluma, es el lugar ideal para la ropa con este relleno: hace tanto frío y tan poca humedad que no hay problema de que la pluma se moje, ni aunque nieve. Por supuesto una buena bufanda o similar es un complemento a no olvidar. Hay que prestar un poco mas de atención a los pies. Las botas de descanso de esquí se quedaban un poco cortas, y las botas de montaña tampoco nos ofrecían, en estas condiciones, todo el confort que esperábamos pese a utilizar en todo momento calcetines de buena calidad. Supongo que lo ideal seria un par de botas de esa marca canadiense que tanto se ven por la zona o por supuesto unas de las preciosas botas de piel de reno que también algunos afortunados calzan. Habrá que invertir para la próxima vez.
Como último recurso, una vez en Saariselka, si veis que os quedáis cortos de ropa siempre se puede alquilar un equipo de mono y botas o directamente comprar lo necesario en alguna de las tiendas que hay de ropa deportiva que por cierto tienen prendas de muy buena calidad (en especial los calcetines “made in Burgos” jejejeje), pero en general no hay que obsesionarse con el frío, sino disfrutar de él y para eso es suficiente con ir bien abrigado.
En conclusión que lo pasamos bomba, que disfrutamos del frío y de la nieve como crios, que el paisaje es espectacular e impresionante y la gente encantadora. Así que ya estamos pensando en volver en cuanto la hucha se vuelva a llenar.